LIBRO TERCERO
1Salmo de Asaf. ¡Ciertamente Dios es bueno para el hombre recto, para los limpios de corazón!
2Estaban a punto de deslizarse mis pies, por nada resbalaban mis pasos,
3pues tuve envidia de los insensatos viendo la paz de los impíos.
4Pues no hay para ellos tormentos; están sanos y rollizos.
5No tienen parte en las humanas aflicciones y no son atribulados como los otros hombres.
6Por eso la soberbia los ciñe como collar, y los cubre la violencia como vestido.
7Sus ojos se les saltan de puro gordos y dejan traslucir los antojos del corazón.
8Motejan y hablan malignamente, y altaneramente declaran sus propósitos perversos.
9Ponen su boca en el cielo, y su lengua se agita por la tierra.
10Por eso el pueblo se vuelve tras ellos, y se sorben a boca, llena esas aguas.
11Y dicen: << ¿Lo sabe acaso Dios, lo conoce el Altísimo?>>
12Helos ahí: son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan la fortuna.
13En vano, pues, he conservado limpio mi corazón y he lavado mis manos en la inocencia;
14y fui flagelado de continuo y castigado cada mañana.
15Pero si dijere: <<Hablaré como ellos>>, renegaría de la generación de tus hijos.
16Púseme a pensar para entender esto, pues era cosa ardua a mis ojos;
17hasta que penetré en el misterio de Dios y puse atención a sus postrimerías.
18Ciertamente los pones tú en resbaladero y los precipitas en la ruina.
19¡Cómo en un punto son asolados! Acaban, y son consumidos por el espanto.
20Son como sueño del que se despierta; y tú, Señor, cuando despertares, despreciarás su apariencia.
21Cuando se exacerbaba mi corazón y sentía un aguijón en mis riñones,
22es porque era un necio y no sabía nada; era para ti como un bruto animal.
23Pero yo estaré siempre a tu lado, pues tú me has tomado de la diestra.
24Me gobiernas con tu consejo y al fin me acogerás en gloria.
25¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, en nada me complazco sobre la tierra.
26Desfallece mi carne y mi corazón; la roca de mi corazón y mi porción es Dios por siempre.
27Porque los que se alejan de ti perecerán; arruinas a cuantos te son infieles.
28Pero mi bien es estar apegado a Dios, tener en el Señor Yavé refugio para poder anunciar todas tus obras (en las puertas de la hija de Sión).
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AUTOR: Papa Pio XI
EDITOR: Pablo Claret
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