1Salmo de David. ¡Oh Yavé! a ti clamo, apresúrate a socorrerme, oye la voz del que te invoca.
2Séate mi oración como incienso en tu presencia, y el alzar a ti mis manos como oblación vespertina.
3Pon, Yavé, guardia a mi boca, centinelas a la puerta de mis labios; 4no dejes que se incline al mal mi corazón, a hacer impías maldades; con los hombres que cometen iniquidad no tenga yo parte en sus suntuosos banquetes.
5Que me castigue el justo es un favor; que me reprenda es óleo sobre mi cabeza, que mi cabeza no rechaza. Incesantemente oraré por sus calamidades.
6Fueron precipitados sus jueces desde el borde de la roca, y oyeron mis palabras, que eran blandas.
7Como se hiende y ara la tierra, están esparcidos nuestros huesos a la boca del seol.
8Pero mis ojos (se vuelven) a ti, Yavé; a ti me acojo, no me rechaces.
9Guárdame del lazo que me tienden, de los armadijos de los malhechores.
10Caerán los impíos en sus mismas redes, mientras que yo paso (incólume).
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AUTOR: San Alfonso Maria de Ligorio
EDITOR: Pablo Claret
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