1Porque en todas las cosas está tu espíritu incorruptible.
2Y por eso corriges poco a poco a los que caen, y a los que pecan los amonestas, despertando la memoria de su pecado, para que, apartándose de la maldad, crean, Señor, en ti.
3Y porque aborrecías a los antiguos habitantes de tu tierra santa, 4que practicaban obras detestables de magia, ritos impíos, 5y eran crueles asesinos de sus hijos; que se daban banquetes con carne humana, y se iniciaban en orgías.
6A esos padres, asesinos de seres inocentes, determinaste perderlos por mano de nuestros padres, 7para que recibiese una digna colonia de hijos de Dios esta tierra, ante ti la más estimada de todas.
8Pero a éstos, como a hombres, los perdonaste, y enviaste tábanos como precursores de tu ejército, para que poco a poco los exterminaran.
9No porque fueras impotente para someter por las armas los impíos a los justos o para de una vez destruirlos por fieras feroces o por una palabra dura;
10Pero, castigándolos poco a poco, les diste lugar a penitencia, no ignorando que era el suyo un origen perverso, y que era ingénita su maldad, y que jamás se mudaría su pensamiento.
11Que era semilla maldita desde su origen, y no por temor de nadie dilataste el castigo de sus pecados.
12Pues ¿quién te dirá: Por qué haces esto, o quién se opondrá a tu juicio, o quién te llamará a juicio por la pérdida de naciones que tú hiciste, o quién vendrá a abogar contra ti por hombres impíos?
13Que no hay más Dios que tú, que todo lo cuidas, para mostrar que no juzgas injustamente.
14Y no hay rey ni tirano que te pueda pedir cuentas de tus castigos.
15Siendo justo, todo lo dispones con justicia y no condenas al que no merece ser castigado, pues lo tienes por indigno de tu poder.
16Porque tu poder es el principio de la justicia, y tu poder soberano te autoriza para perdonar a todos.
17Sólo si no eres creído perfecto en poder, haces alarde de tu fuerza, confundes la audacia de los que dudan de ella.
18Pero tú, Señor de la fuerza, juzgas con benignidad y con mucha indulgencia nos gobiernas, pues cuando quieres tienes el poder en la mano.
Lecciones que de lo dicho se infieren
19Por tales obras enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humanitario, y diste a tus hijos buenas esperanzas de que das tiempo para hacer penitencia por los pecados.
20Porque, si a los enemigos de tus hijos y reos de muerte los castigaste con tantos miramientos e indulgencia, dándoles tiempo y espacio para arrepentirse de su maldad, 21¿con qué circunspección juzgarás a tus hijos, cuyos padres recibieron de ti juramentos y alianza de buenas promesas?
22Pues corrigiéndonos a nosotros, azotas mil veces más a nuestros enemigos, para que, cuando nosotros juzgamos, pensemos en tu bondad y, al ser juzgados, esperemos misericordia.
23Pues a los injustos, que pasan la vida en la insensatez, los atormentaste por sus propias abominaciones.
24Cuando mucho más se extraviaron por los caminos del error, teniendo por dioses los más viles animales, engañados a manera de niños insensatos.
25Y por esto, como a niños sin juicio, les enviaste un castigo de burla;
26Y los que no se corrigieron con amonestaciones de burla, sufrieron un castigo digno de Dios, 27pues fueron castigados por medio de aquellos mismos que tenían por dioses, y por ellos mismos azotados, al ver que aquel que antes se negaron a reconocer por Dios era el Dios verdadero, que echó sobre ellos la suprema condenación.
Ve nuestro catálogo de libros y audio libros católicos:
https://vivacristorey.org/catalogo/