1La reina Ester, presa de mortal angustia, acudió al Señor, 2y, despojándose de sus vestidos de corte, se vistió de angustia y duelo, y, en vez de los ricos perfumes, se cubrió la cabeza de polvo y ceniza, humillándose. Todo cuanto solía ella adornar por placer, lo cubrió ahora con sus cabellos.
3Y oró al Señor, Dios de Israel, diciendo: <<Señor mío, tú, que eres nuestro único Rey, socórreme a mí, desolada, que no tengo ayuda sino en ti, 4porque se acerca el peligro. 5Desde que nací he oído en la tribu de mi familia que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre todos sus progenitores por heredad perpetua, y que les cumpliste cuanto les habías prometido. 6Ahora nosotros hemos pecado delante de ti y tú nos entregaste en poder de nuestros enemigos 7en castigo de haber adorado a sus dioses. Justo eres, Señor. 8Mas ellos no se contentan con imponernos dura servidumbre, y han puesto sus manos sobre las manos de sus ídolos, 9jurando anular las promesas de tu boca, borrar tu heredad, cerrar la boca de los que te alaban, extinguir la gloria de tu casa y de tu altar, 10abrir la boca de los gentiles para celebrar las proezas de sus ídolos y hacer que un rey de carne sea por esto ensalzado para siempre. 11No entregues, Señor, tu cetro a los que nada son, ni se rían de nuestra caída; antes bien, haz que sus consejos se vuelvan contra ellos; haz para todos escarmiento al autor de esta guerra contra nosotros; 12acuérdate de nosotros, Señor; date a conocer en el día de nuestra tribulación y fortaléceme, Rey de los dioses, Dominador de todo poder. 13Pon en mis labios palabras apropiadas en presencia del león y muda su corazón en odio al que nos hace la guerra para ruina suya y de sus parciales. 14Líbrame con tu mano y ayúdame a mí, que estoy sola y no tengo sino a ti, Señor. 15Tú lo sabes todo y sabes, por tanto, cómo aborrezco la gloria de los inicuos y detesto el lecho de los incircuncisos y de todos los extraños. 16Tú conoces que sólo por necesidad estoy donde estoy, que detesto las señales de mi gloria que llevo sobre la cabeza en los días de mi pública presentación; que las abomino como paño de menstruación; que no las llevo en mis días de retiro; 17que no ha participado tu sierva de la mesa de Amán, ni aprecio los banquetes del rey, ni bebo el vino de las libaciones; 18que no ha tenido tu sierva día alegre, desde el día de su encumbramiento hasta hoy sino en ti, Señor, Dios de Abraham. 19¡Oh Dios sobre todos fuerte!, oye la voz de los desamparados y líbranos del poder de los perversos, líbrame a mí de todo mal>>.
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