1Señor, Padre, Soberano de mi vida, no me abandones al capricho de ellos ni me dejes caer por ellos.
2¡Quién aplicará azotes contra mis pensamientos, y la instrucción de la sabiduría sobre mi corazón, sin compasión a mis errores y sin que escapen mis pecados!
3Para que no se multipliquen mis ignorancias y se acrecienten mis pecados y venga a caer ante los adversarios, y se regocije mi enemigo contra mí.
4Señor, Padre y Dios de mi vida, no me des ojos altaneros.
5No me haga altivo de ojos; y aparta de mí la envidia.
6No se adueñen de mí los placeres del vientre y de la lujuria, y no me entregues al espíritu lascivo.
Disciplina de la lengua
7Escuchad, hijos, la disciplina de la boca, pues el que la guarda no será sorprendido.
8Que por sus labios es atrapado el pecador, y vienen a tropezar el maldiciente y el soberbio en ellos.
9No te habitúes al juramento a tu boca, 10ni te acostumbres a pronunciar el nombre del Santo.
11Pues como al criado sometido continuamente al examen no le faltarán cardenales, así el que siempre jura y pronuncia el nombre (del Señor) no estará limpio de pecado.
12Hombre que mucho jura se llenará de iniquidades, y el azote no se apartará de su casa.
13Si uno peca, el pecado pesará sobre él, y si no tiene cuenta, pecará doblemente.
14El que jura en vano no está exento de culpa, y su casa estará llena de penas.
15Hay modos de hablar que llevan a la muerte; lejos estén de la descendencia de Jacob.
16Pues todo esto debe estar muy lejos del varón piadoso, y así no se verá enredado en el pecado.
17No habitúes tu boca a torpes groserías, pues en ellas hay palabras pecaminosas.
18Acuérdate de tu padre y de tu madre cuando te sientes en medio de los grandes; 19no sea que te olvides en su presencia y, llevado de tu costumbre, vengas a hacer el necio, y querrías entonces no haber nacido, maldiciendo el día de tu nacimiento.
20El hombre avezado a los insultos no se educará en todos los días (de su vida).
El adulterio
21Dos suertes de hombres multiplican los pecados y una tercera atrae la cólera:
22Un alma fogosa, como fuego ardiente, no se apaga hasta consumirse (del todo).
23El hombre impúdico consigo mismo, que no cesará hasta que su fuego se extinga.
24El hombre fornicario, a quien todo pan le es dulce, que no se cansará mientras no muera.
25El hombre infiel al propio lecho conyugal, que dice para sí: << ¿Quién me ve?
26La oscuridad me cerca y las paredes me ocultan; nadie me ve, ¿qué tengo que temer? El Altísimo no se da cuenta de mis pecados>>.
27Sólo teme los ojos de los hombres.
28Y no sabe que los ojos del Señor son mil veces más claros que el sol, y que ven todos los caminos de los hombres y penetran hasta los lugares más escondidos.
29Antes que fueran creadas todas las cosas, ya las conocía Él, y lo mismo las conoce después de acabadas.
30Será aquél castigado en las plazas de la ciudad, y capturado donde menos lo pensaba.
31/32Así también la mujer que abandonó a su marido, y de un extraño logró un heredero;
33Porque en primer lugar desobedeció a la Ley del Altísimo, y en segundo faltó a su marido; y en tercer lugar cometió adulterio, teniendo un hijo de varón extraño.
34Esta será llevada ante la asamblea y respecto de sus hijos, se hará una investigación.
35Sus hijos no echarán raíces ni sus ramas darán fruto.
36Dejará una memoria de maldición y su deshonra no se borrará.
37Y los supervivientes conocerán que nada hay mejor que el temor del Señor y nada más dulce que atenerse a sus mandamientos.
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