1Y comenzó Judit este cántico de acción de gracias, y todo Israel a una respondía:
2<<Entonad a mi Dios con tímpanos, cantad a mi Señor con címbalos, entonadle un salmo nuevo, ensalzad e invocad su nombre,
3porque el Señor es Dios que acaba con las guerras;
4porque en su campamento, en medio del ejército, me libró del poder de mis perseguidores.
5Vino Asur de las montañas del Norte, llegó con las miríadas de su ejército, cuya muchedumbre obstruía los valles y cuya caballería cubría los collados.
6Pensó él que abrasaría mis términos, que daría mi juventud a la espada, que estrellaría contra el suelo mis niños de pecho, que daría en botín mis jóvenes, que repartiría mis doncellas.
7El Señor omnipotente los aniquiló por mano de una mujer.
8No cayó su caudillo a manos de jóvenes, ni le hicieron tajos los titanes, ni soberbios gigantes pusieron en él la mano; Judit, hija de Merarí, con la hermosura de su rostro le paralizó.
9Se despojó del hábito de su viudez, para exaltación de los que quedaban en Israel. Se ungió el rostro con perfumes,
10prendió sus cabellos con la mitra, se puso la túnica de lino para seducirlo.
11Sus sandalias arrebataron los ojos del asirio, y su belleza cautivó su alma, y el alfanje segó su garganta.
12Se estremecieron los persas de su audacia, y los medos se pasmaron de su temeridad.
13Dieron gritos de júbilo mis humildes, y exultaron mis débiles. Mas los asirios se estremecieron de espanto, alzaron el grito y se dieron a la fuga.
14Hijos de madres jóvenes los atravesaron, y como a siervos huidos los hirieron; perecieron de las filas de su señor.
15Cantaré al Señor un cántico nuevo.
16Señor, grande eres tú y glorioso, admirable en poder, insuperable.
17A ti te sirve la creación entera, porque tú dijiste, y todo fue hecho; enviaste tu aliento, y él lo vivificó, y no hay quien resista a tu voz.
18Los montes se agitarán por las aguas en sus cimientos, las rocas se derretirán como cera ante tu rostro. A los que te temen te muestras propicio,
19porque es poco para ti el sacrificio de suave olor, y es nada toda la grasa para tus holocaustos. Sólo el que teme al Señor es siempre grande.
20¡Ay de las naciones que se levanten contra mi pueblo! El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, 21dando al fuego y a los gusanos sus carnes, y gemirán de dolor para siempre>>.
22Llegados a Jerusalén, adoraron a Dios, y, luego que el pueblo se hubo purificado, ofrecieron sus holocaustos, sus votos y sus ofrendas. 23Ofreció Judit todos los muebles de Holofernes, que el pueblo le había regalado, y el dosel que había cogido de la tienda, y lo dio en ofrenda al Señor. 24El pueblo pasó tres meses alegre en Jerusalén ante el santuario, permaneciendo Judit con ellos.
25Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad, y Judit partió para Betulia y moró en su posesión, y fue por toda su vida ilustre en toda la tierra. 26Muchos la pretendieron; pero ningún varón la conoció en todos los días de su vida desde el día que murió Manasés, su marido, y se reunió con su pueblo. 27Llegó a muy anciana en la casa de su marido, 28alcanzando la edad de ciento cinco años. A la esclava le dio la libertad. Murió Judit en Betulia y fue sepultada en la gruta de Manasés, su marido. 29La lloró la casa de Israel por espacio de siete días. Antes de morir repartió su hacienda con los más próximos parientes de su marido, Manasés, y con los más próximos de su propia familia. 30En los días de Judit, y por mucho tiempo después de su muerte, no hubo nadie que infundiera temor a los hijos de Israel.
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